Sin esteros

 Cada verano ardía como las llamas del infierno y unos monstruos con grandes cadenas se esforzaban en alimentar el fuego. Hombres, mujeres y niños destinados a morir con sudor, sin siquiera la posibilidad de elegir el día de su muerte. Todos se convertirían en cenizas y quedarían impregnados en la tierra áspera y desolada eternamente. 


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