Vejez
Marcelo sabía que ella vendría por él. Tan solo con pensarla, se le hundían los ojos, en una plena desolación.
No había forma de escapar, el tiempo no se lo permitía. De hecho lo perseguía, casi que le tocaba los talones. Se preguntaba si alguna vez alguien la había burlado, sin terminar en un fatídico accidente, claro está. Porque habían maneras, pero implicaban ir contra las leyes naturales de la vida.
Pobre Marcelo... Es uno del resto... Pobre el resto también...
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